A Andreina Ochoa.
Y decidiste abrir tu pecho
flamengos sobrevuelan tu alma.
Olvidaste mirar hacia arriba
y como buena amante vuelve a reescribir
sobre la médula de sus acentos.
Tu luz forma parte de un todo,
el plumaje cae sobre el piso y
hundes tu cabeza alzando vuelo.
A muestras los ojos de la noche
el cielo toma forma de amanecer.
Esa pequeña lámpara de aceite
ahuyenta el ave de paso que pide agua
para la montaña
y silencio para el animal.
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