Nada parecido cuando me llamaste con el dedo, cegando por momentos esta locura. Sólo hace falta que alguien avise y diga que mi puerta hacia la cordura está entreabierta. La abriré y la cerraré despacio. Extenderé la mano una vez, quizás dos.
Cómo si abrieramos los dos una puerta para ser nosotros.
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